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El 18 de febrero de 1930, desde el Observatorio Lowell de Flagstaff, Arizona, el astrónomo estadounidense Clyde William Tombaugh descubrió un cuerpo celeste, por entonces considerado el noveno y más pequeño planeta del sistema solar
Plutón posee una órbita excéntrica y altamente inclinada con respecto a la eclíptica, que recorre acercándose en su perihelio hasta el interior de la órbita de Neptuno. Su gran distancia del Sol y de la Tierra, unida a su reducido tamaño, impide ser divisado por telescopios con menos de 200 milímetros de apertura.
Durante muchos años fue considerado el noveno y más pequeño planeta del sistema solar por la Unión Astronómica Internacional y por la opinión pública desde su localización en 1930 hasta 2006, cuando se le reclasificó como planeta enano, aunque su definició ha sido siempre objeto de controversia.
También existió la creencia de que Plutón era un satélite de Neptuno que había dejado de serlo, por el hecho de alcanzar una segunda velocidad cósmica; sin embargo, esta teoría fue rechazada en la década de 1970.
Tras un intenso debate, y con la propuesta de los astrónomos uruguayos Julio Ángel Fernández y Gonzalo Tancredi ante la Asamblea General de la Unión Astronómica Internacional en Praga, República Checa, se decidió por unanimidad en 2006 reclasificarlo como planeta enano como los recién descubiertos Eris, Sedna, Makemake o Quaoar, de tamaño y masa comparables a Plutón.
Para evitar una descontrolada proliferación de planetas, la Unión Astronómica Internacional estableció unas reglas que debían cumplir los aspirantes a ese título. Plutón no las cumplía.
Saturno fue durante mucho tiempo el límite del sistema solar, pues no se concebía la existencia de planetas tan alejados de la percepción del ojo humano. Sin embargo, en 1781, mediante diferentes cálculos, William Herschell descubrió a Urano y en 1846 Johann Galle encontró a Neptuno, demostrando a la humanidad que había aún muchas cosas que desconocía.
Diferentes estudios revelaron irregularidades en el movimiento de estos dos últimos planetas. Para explicarlo, los científicos sostuvieron que debía existir un noveno planeta, aún desconocido, que ejercía alguna atracción gravitacional. Así, todo el mundo se lanzó a la búsqueda de ese Planeta 9 o Planeta X oculto en la inmensidad del espacio. Sin embargo, la falta de resultados a través del tiempo, hizo que la mayoría abandone la tarea.
A principios de 1930, Clyde Tombaugh estaba inmerso en la que probablemente era una de las tareas más tediosas para un astrónomo. En concreto, tenía que comparar fotografías del cielo tomadas con varios días de separación para tratar de averiguar si alguno de los puntos luminosos se había movido. Dado que las estrellas están muy lejos, no se mueven con el paso de los días. Pero no pasa lo mismo con los planetas, que están mucho más cerca de la Tierra. Luego de meses de trabajo, el observatorio Lowell (que había contratado a Tombaugh) anunció el descubrimiento de un nuevo miembro del sistema solar.
Entre todos los nombres propuestos, terminó eligiéndose “Plutón”, sugerido por Venetia Phair, una niña de 11 años, en honor al dios romano del inframundo. Aquel nombre recordaba que este nuevo planeta estaba alejado; en un lugar oscuro y frío, tal y como el inframundo. Por otra parte, las letras «P» y «L» de Plutón hacían honor a Percival Lowell, que fundó el Observatorio Lowell al cual se atribuye el descubrimiento.
El nombre se introdujo muy pronto en la cultura popular. Curiosamente, meses después, Walt Disney presentó a Pluto —que lleva el nombre en inglés de Plutón—, el compañero canino de Mickey Mouse. Y, en 1941 Glenn T. Seaborg, llamó “plutonio” al nuevo elemento químico que luego contribuiría notablemente a la creación de la bomba atómica (llamada «Fat Man»), lanzada sobre Nagasaki.
En 2006, la Unión Astronómica Internacional (UAI) aprobaba una definición de planeta que dejaba fuera al que durante 76 años había figurado como el último planeta del sistema solar (este pasó a ser considerado un planeta enano o plutoide).
Desde 2014 nuevos indicios sostenían la existencia de un planeta de 10 veces la masa terrestre, con un tamaño similar a Neptuno y con una distancia al Sol 20 veces superior a la de este que podría explicar diferentes anomalías orbitales detectadas. En definitiva se reanudó la búsqueda del planeta cuya existencia se intenta probar desde el siglo pasado y se reafirmó que el universo aún alberga incontables misterios que aguardan a ser revelados.
María Solana Ledesma / Historiadora
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