
El 21 de febrero de 1978, trabajadores de Luz y Fuerza del Centro dieron con una pieza histórica que había permanecido oculta durante siglos: el monolito de la diosa Coyolxauhqui
Se trató de un hallazgo que cambió el rostro del Centro Histórico de la Ciudad de México y se convirtió en la punta del iceberg que permitió develar la historia oculta bajo el suelo de la capital mexicana.
Alrededor de las 2:30 de la madrugada, los trabajadores excavaban en el subsuelo del cruce de las calles de República de Guatemala y República de Argentina, a una profundidad de 1.80 metros.
Lo primero que pudieron ver los trabajadores fue el penacho de la figura y el extremo izquierdo del monolito mexica.
Pronto el monolito quedó al descubierto en todo su esplendor: un disco de aproximadamente 3.40 por 2.90 m y 40 cm de espesor y casi 8 toneladas de peso.
En un principio se creyó que podría tratarse de alguna representación de deidades masculinas, pero después se supo que era Coyolxauhqui, la diosa de la Luna, la hermana de Huitzilopochtli.
El arqueólogo Raúl Arana relató su experiencia al ver a la deidad.
“Cuando la veo por primera vez estaban destapándola e iluminándola. Lo primero que se descubrió fue el penacho. Nunca había yo tenido un descubrimiento de esta naturaleza”, recordó.
“Fue el principio de toda una historia. Fue el encontrar la punta de la madeja para ir desentrañando la historia que estaba oculta en el subsuelo de la Ciudad de México”.
Pronto el hallazgo ocupó espacio en periódicos y televisión. Seducido también por el descubrimiento del monolito, el entonces presidente José López Portillo pidió ver a Coyolxauhqui.
El político quedó maravillado con la pieza y ordenó que todos los edificios alrededor fueran derrumbados para que salieran a la luz los restos del Templo Mayor, la construcción dominante en la antigua Tenochtitlan, que Hernán Cortés ordenó destruir.
Precisamente a raíz del hallazgo, en marzo de aquel año se puso en marcha el Proyecto Templo Mayor bajo la coordinación del arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma.
Hasta la fecha han sido explorados más de 13 mil metros cuadrados de la capital, sacándose a la luz los vestigios de la gran pirámide dedicada a Huitzilopochtli, 13 edificios menores, innumerables esculturas y 165 ofrendas.
Pero fue aquella diosa de la Luna, “la que se ornamenta las mejillas con cascabeles” (significado de Coyolxauhqui), la que originó todo.
source https://laguaridadelnagual.com/archivos/9975
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